jueves, 24 de marzo de 2011

Colonia Juvenil. La primera escuela

Capítulo V
La primera escuela


Menciono la primera escuela porque Colonia Juvenil ha tenido dos escuelas, la primera, la que construyó Rafael Olmos Ocejo, con sus propios recursos, fue iniciada en el mes de Junio de 1993, escogiéndose para ello una parte del lado norte del terreno, colindante con la calle Lope de Aguirre, simultáneamente en el lado poniente del terreno se comenzó a construir el área de niñas.
Para el mes de agosto ya estaba terminada la planta baja y baños, lo que era suficiente para comenzar con el primer grado, contando además con el área administrativa y laboratorio, pensando en que al concluir la segunda etapa en el segundo piso, quedarían las aulas para los tres grupos, una de usos múltiples y en la parte de abajo quedarían, además, la biblioteca y la sala de maestros.
Yo había pensado como nombre para la escuela el de Guillermo Medina de los Santos como homenaje a quien puso mucho empeño en la donación de ese terreno a la Fundación para Preadolescentes y Adolescentes, no lo había mencionado porque esperaba un momento oportuno para hacerlo, considerando que de repente esos trámites se llevan mucho tiempo, pero en esta ocasión todo se aceleró y cuando menos lo esperé la escuela ya se llamaba “Escuela Secundaria por Cooperación Promoción Social Integral, A.C.” Nunca he entendido el porqué de la figura de “Escuela por cooperación”, si este tipo de escuelas funciona con presupuesto mixto, esto es, oficial y particular.
Antes de que Rafa Olmos iniciara la construcción de la escuela don Alejandro y yo habíamos estado con los de “Construcción de escuelas” buscando financiamiento para la nuestra nos hicieron dar muchas vueltas haciéndonos abrigar esperanzas en que era posible, hasta que alguien nos dijo que no se podría porque primero no cubríamos los requerimientos de terreno, y segundo éramos una institución particular.
Cuando la obra material de la escuela mostraba un avance considerable comenzamos a pensar en el equipo para la misma, pedimos cita para ver a la Presidenta del DIF que era Conchalupe Nava Calvillo. Llegamos el día y la hora en punto en que nos habían indicado. (No se si ya lo he mencionado pero don Alejandro fue una de las personas más puntuales que he conocido, el otro fue mi padre) Conchalupe nos recibió de inmediato, le platicamos nuestro proyecto y le hicimos nuestra solicitud, ella se mostró emocionada pero no nos dio ninguna respuesta, nos dijo que quería conocer la obra y dos días después nos estaba visitando, vio todas las instalaciones y las que se estaban construyendo, platicó con algunos de los muchachos y al despedirse nos dijo que contáramos con pupitres y pizarrones para todos los salones. Los cuales estuvieron muy oportunos para el inicio de clases, los pizarrones eran de buen tamaño fueron 3 de los verdes los pupitres antropométricamente apropiados para alumnos de secundaria y fueron 90, la mayoría fueron guardados en tanto quedaba terminada la planta alta de la escuela.
Las solicitudes recibidas para ese curso escolar eran suficientes para seleccionar a los muchachos que habrían de cursar el primer grado y ante la situación de nuestros otros muchachos que pasaban a segundo grado se pensó en abrir también el segundo grado ya que había solicitudes también para ello. Otras solicitudes que nos llegaban era para el bachillerato, se acordó en consejo darles cabida, considerando que tarde o tempranos nuestros muchachos de secundaria irían luego a la escuela preparatoria y lo mejor sería ir tomando experiencia desde ahora.
Los primeros maestros de la escuela fueron además del grupo de Verónica, el Prof. Luis Miguel del Poso, Rubén Contreras y yo en la asignatura de civismo, para ello y como era necesario que contaran con un libro de texto, busqué un libro sencillo en cuanto a su manejo pero completo respecto al programa, encontré varios y de ellos hice uno que reproduje para los muchachos.
Los chicos aceptados para Secundaria fueron llamados unos días antes de iniciar el ciclo escolar, con el fin de hacer un sondeo y conocer el nivel académico que traía, he de advertir que eran niños sobresalientes en sus escuelas de origen y al evaluarlos en nuestra escuela y de acuerdo a los conocimientos que debían tener nos encontramos con la triste realidad de un muy bajo nivel.

Los chicos que fueron llegando pertenecían a comunidades rurales o suburbanas, los de comunidades rurales en muchos de los casos no tenían acceso a escuelas secundaria a menos de 45 minutos en bicicleta y lo peor es que ni bicicleta tenían; los de comunidades mas retiradas se gastaron en venir, lo que sus padres ganaban en una semana. La mayoría vivían en pobreza extrema, ante esta realidad se acordó que habríamos de proporcionarles todo lo que necesitaran y así se hizo, a los de bachillerato se les daba una cantidad para el transporte urbano, para todos ropa y calzado, así como alimentación y lo necesario para su aseo personal, en esto último comenzamos a ver un desperdicio y descuido total, rollos de papel de baño tirados que se mojaban al ser salpicados por las regaderas y quedaban inservibles pastillas de jabón que se quedaban tiradas en las regaderas, las pastas de dientes apachurradas y fue necesario cambiar de estrategia una de las propuestas era que se le entregara a cada quien una dotación de Papel Higiénico, una pasta de dientes un jabón y un estropajo y así se hizo, y aún cuando bajó muchísimo el desperdicio, muchos chicos seguían siendo descuidados con estas cosas, entonces en otra reunión se analizó esto y coincidimos en la premisa de que “Lo que no cuesta no se valora” pero como hacer para que ellos que eran muy pobres se encargaran de comprarlo?, don Alejandro sugirió un sistema muy interesante: hacer dinero virtual y pagarles a los muchachos por su esfuerzo, ponerle precio a todas sus actividades y darles ese dinero para que con él adquirieran a precio de mercado lo que necesitaran. Estuvimos de acuerdo y entonces sugerí que en vez de llamarlos pesos les llamáramos puntos, aunque cada punto equivaldría a un peso a la hora de hacerlos efectivos.
No recuerdo a cuantos puntos equivalía cada actividad pero se consideraban todas las que se realizaban, desde las personales de orden en sus cosas, cuidado personal, tareas escolares, calificaciones, participación en las tareas generales de tal modo que el mas cumplido tendría al final un remanente que a fin de curso podría servirle para pagar el transporte a su comunidad o mejor aún un viaje de vacaciones que se haría en grupo a algún destino turístico o a varios, como así se hizo en varios años y espero que se siga haciendo.

Nota: Estos textos, una vez corregidos y aumentados con la ayuda de algunos excolonos, formarán, en un futuro un texto en papel (Un libro). Advierto que no todo lo que escriba será miel sobre hojuelas, pero estimo que es necesario anotar en él las cosas negativas que también sucedieron, para que en un futuro no se vuelvan cometer. No se trata de sacar trapitos al sol ni de derramar sentimientos. Esta es una obra de Dios manejada por humanos y los humanos siempre seremos perfectibles.

jueves, 10 de marzo de 2011

Colonia Juvenil. El equipamiento

Capítulo IV
El equipamiento


Las primeras literas (Camas marineras) que llegaron a Colonia Juvenil fueron las que ya tenía en la fundación en la Casa de Real del Potosí y resultaron tan resistentes que todavía en el 2002 estaban en perfecto uso; otra aportación de la Fundación para preadolescentes y adolescentes fueron los platos para el comedor, unos platos de melamina verde como los que usaban en el Seguro Social que también tuvieron una larga vida en Colonia, así como algunos platos rectangulares de cerámica blanca que nos regaló Gerardo Motilla y que fabricaba para una compañía aérea.
Otyro aporte de la Fundación fue la malla ciclónica que se usó para las porterías de la cancha de Fut bol Rápido, refrigerador y un congelador horizontal.
Cuando Verónica se integró con su equipo de trabajo, llegaron a Colonia con todo el equipamiento que tenían en la casa de los menores de la Fundación y por supuesto con los menores que también tenían.
Por lo demás se adquirieron sillas plegables y tablones, una estufa industrial y las casuelas y enceres para cocina.
Conforme comenzaron a llegar mas solicitudes se vio la necesidad de adquirir mas literas, Don Alejandro había soportado gran parte del costo de equipamiento y había que conseguir patrocinios para las demás cosas y tocando puertas dimos con una persona que tratando de hacer beneficiar a dos instituciones, con una misma acción, encargó la fabricación de las literas al supuesto taller de herrería de Casa Don Bosco, el resultado fueron unas literas que si bien dieron utilidad resultaron además de feas muy frágiles y cada año o semestre había que repararlas.
Comenzamos a recibir en donación algunos muebles usados, en magnífico estado, que se utilizaron para equipar las estancias de los módulos.
En el transcurso del primer semestre de 1993 comenzaron a llegar muchas solicitudes de los lugares a donde Claudio había hecho promoción y comenzaron a estudiarse, había que establecer los procesos de selección a partir de los perfiles que se establecieron: que fueran chicos del medio rural donde no existiera escuela secundaria, que tuvieran capacidad tanto de aprendizaje como de convivencia; fue entonces cuando se integró al patronato Patricia Torres Corzo, psicóloga, hermana de don Alejandro, para orientar al respecto, ella a su vez invitó a la Trabajadora Social Gabriela Jara que se encargaría de diseñar las baterías para realizar los estudios socioeconómicos.
Durante ese semestre los chicos asistían a escuelas externas, situación que resultaba un tanto cuanto complicada y lo sería mas en cuanto llegaran mas muchachos a Colonia, por lo que en una junta sugerí que sería bueno contar con nuestra propia escuela. Don Alejandro a quien bastaba con darle una idea para que se pusiera en acción, le pidió a su sobrino político, el Ing. Rafael Olmos Ocejo, no sólo la construcción sino el financiamiento de la obra. Rafael aceptó entusiasta la solicitud, se definió el lugar donde quedaría la escuela, las necesidades de la misma y al poco tiempo se estaba realizando la construcción de la escuela que comenzaría a operar en el ciclo escolar 1993-1994.
A Verónica se le encomendó realizar el trámite necesario para la incorporación de la misma ente las autoridades educativas, cosa que también realizó en todo tiempo y forma.
En alguna reunión de consejo posterior, Gabriela Jara preguntó —¿Y para las niñas què….?—
Efectivamente no habíamos pensado en ellas, Gabriela explicó que las niñas del medio rural eran mas siempre olvidadas en este tipo de proyectos, que ella procedía de ese medio donde había muchas niñas valiosas que merecían el apoyo de la institución; fue tan convincente en sus argumentos que a la siguiente semana estábamos ya colocando la primera piedra para los módulos de las niñas en el extremo poniente del terreno, el financiamiento corrió por cuenta de don Alejandro, serían dos módulos y luego se consideró la conveniencia de que en esa misma área quedara el módulo o casa de Verónica y su equipo, la cual se construyó sobre uno de los módulos de niñas.


Don Jose
Al integrarse Verónica y su equipo, a finales de 1992 y al salir Claudio de Colonia sentí que era necesario alguien que las auxiliara en todo una figura masculina que a su vez controlara de alguna forma a los pocos muchachos que estaban ya en Colonia.
José Luis Hernández Martínez había estado cuatro años en la fundación, era un muchacho serio, dedicado y responsable que había terminado su carrera como técnico en edificación; había ejercido su carrera trabajando en la continuación de la pavimentación del Río Santiago pero se había terminado el trabajo y estaba viviendo en un departamento que yo había puesto para los mayores de la Fundación y que debía funcionar en forma autogestiva.
Le pedí que se fuera a la Colonia para ayudarles con lo que fuera necesario, asegurándole que tendría un sueldo y un área privada para él.
José Luis no tuvo dificultad para adaptarse ni los muchachos con él, la mayoría lo conocían y lo veían como a un hermano mayor aprendió a manejar la camioneta y desde el primer momento se convirtió en un elemento imprescindible para el funcionamiento de Colonia Juvenil, incansable y siempre dispuesto a todo lo que se requiera, desde trasladar a los muchachos, ir de compras o hacer alguna reparación.
Los muchachos (me refiero a ambos géneros) siempre le han tenido un cariño y respeto bien ganado y en algún momento ese cariño se vio reflejado con la forma de referirse a él como “don Jose”.
Lleva 18 años viviendo en Colonia Juvenil y creo que poco se le ha reconocido su trabajo y entrega a la misma, por lo que desde esta página quiero hacer un reconocimiento a José Luis, por su labor siempre callada y hasta anónima en muchas ocasiones. Gracias don Jose, mucho de lo que es Colonia Juvenil se te debe a ti.